jueves, 26 de octubre de 2017

Amor Heroico

(Oseas 1:1-11, Oseas 3:1-5, Juan 15:9-14)

Buenas tardes. Me gustaría comenzar de una manera informal, compartiendo algo de mi propia experiencia que creo que servirá como ilustración para las escrituras que leemos esta noche.

Como la mayoría de ustedes sabe, porque lo he compartido con ustedes anteriormente, y ustedes han orado por mí y por mi familia, mi madre falleció hace unos cinco años. Durante 2012, pasé mucho tiempo en Inglaterra. La enfermedad de mi madre estaba empeorando progresivamente, y tuve que acompañar a mi padre todos los días a visitarla al hospital donde ella se hospedaba. Durante esas semanas, me sorprendió ver el amor sacrificial que mi padre le mostraba a mi mamá. Era tan devoto de ella, un hombre de 87 años de edad, que todos los días traía a la casa su ropa sucia del hospital, la lavaba, planchaba y se la llevaba al día siguiente. También pasó incontables horas hablando con ella, cuando ella estaba tan afectada por el dolor y no podía entender lo que estaba sucediendo, que resultaba difícil dar sentido a lo que ella le estaba diciendo. A menudo, ella se enojaba mucho con él y comenzaba a gritarle, llegando a ser violenta a veces. Pacientemente, el esperaba hasta que su enojo disminuyera, y luego volvía al proceso de tratar de atenderla y ayudarla. Él nunca dejó de cuidarla, a pesar de que le estaba costando tanto. Fue al hospital todos los días, aunque estaba a una gran distancia. Un día, en el camino de vuelta del hospital, me dijo algo que me impresionó mucho: "No me di cuenta de que era posible amar a alguien tanto". Podríamos pensar que él solo estaba mostrando el amor que un esposo muestra a su esposa. Sin embargo, si somos honestos, creo que reconocemos que este tipo de amor es realmente muy inusual. Sé que yo no he podido mostrarlo, aunque espero que algún día, con la gracia de Dios, pueda. Creo que este fue el amor heroico que mostró Oseas a su mujer, y, supremamente, el Señor Jesús cuando se sacrificó en la cruz a fin de que se perdonaran nuestros pecados, y que pudiéramos ser reconciliados con Dios.

El libro del profeta Oseas trata del amor constante de Dios, que no dejará de cuidar de su pueblo, a pesar de que sufre mucho a causa de ellos. Oseas tuvo un gran llamado en su vida, pero también un llamado muy difícil. En su vida y matrimonio, a Oseas se le exigió que representara la relación entre Dios mismo y el pueblo infiel de Israel. Dios le ordenó que se casara con una mujer que constante y repetidamente le era infiel. Y no solo fue llamado a casarse con ella, sino a amarla, a perdonarla, a bendecirla y a recibirla, muchas veces a lo largo de su matrimonio. Dijo Jehová a Oseas: Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Jehová. Oseas hizo lo que Dios ordenó y se casó con Gomer, quien probablemente era una prostituta. Algunas personas piensan que fue solo después de casarse con Oseas que Gomer era una promiscua o que era una prostituta. Sin embargo, prefiero tomar la historia de forma literal. Creo que Oseas sabía todo sobre Gomer antes de casarse con ella. Dios a veces le pide a su pueblo que haga cosas extraordinarias.

Entiendo que la mayoría de nosotros aquí en esta sala estamos casados y tenemos hijos, incluso hijos adultos. Debido a esto, creo que la mayoría de nosotros podemos relacionarnos con la próxima pregunta y responder honestamente. La pregunta es: "Si mi hijo llega a casa esta noche y dijera que quiere casarse con una prostituta impenitente, ¿cuál sería mi reacción?" En la Biblia, el padre y la madre de Oseas no son mencionados, aparte del nombre de su padre, pero podemos imaginarnos su reacción. Yo mismo, lamentablemente, no soy casado, y no tengo hijos, pero aún así, puedo imaginarme muy bien mi reacción personal. Me quedaría escandalizado por ese anuncio. ¿Y ustedes? Si estamos escandalizados por lo que Dios le dijo a Oseas que hiciera, es una señal de que entendemos exactamente de lo que se trata su historia. Es correcto sentirse escandalizado. Eso es exactamente como Dios quiere que nosotros nos sintamos. El adulterio de Gomer representaba el adulterio de Israel. El pacto entre Dios y su pueblo nunca fue ante todo acerca de la ley, sino que se trata de una relación de amor íntimo y profundo. Al decirle a su profeta que se casara con una prostituta, Dios está gritando desde los tejados que la infidelidad de Israel es algo impactante, y Dios usó Oseas para sacar a la gente de su complacencia.

"Ve, cásate con una prostituta" no es lo que uno esperaría que Dios le ordenara a su profeta. Sin embargo, Oseas vivió en una época en que Israel disfrutaba de la prosperidad, pero se olvidó de Dios. Mezclaron la religión cananea local con la adoración al Señor. Los sacrificios del templo compartían un espacio con becerros de oro. Para asegurar cosechas y campos fértiles, tenían ídolos que eran venerados, y se usaban prostitutas especiales. ¡Los israelitas eran el pueblo del pacto de Dios que debía amarlo con todo el corazón y alma! No es sorprendente que Dios estuviera enojado. Esto fue vil adulterio espiritual. La idolatría es prostitución espiritual. Oseas debe mostrar a Israel su pecado, y mostrar que ese pecado es excesivamente odioso. Debe haber sido terrible para Oseas, pero Dios le estaba dando a él, y a nosotros, una manera de comprender el dolor amargo que Dios mismo siente por la infidelidad de su pueblo.

La Biblia nos dice: Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Incluso para los cristianos que intentan servir al Señor fielmente, es difícil entender los caminos de Dios. Tenemos que buscar profundamente en la Biblia todos los días para conocerlo mejor. Pero en los días de Oseas, los corazones de las personas se habían endurecido por completo por su pecado. Ellos lo habían perdido  de vista completamente a Él, y no tenían ningún sentido en absoluto acerca de su corazón o de su mente. No había una forma ordinaria de llegar a ellos y convencerlos de su pecado. El tuvo que tratar con ellos en una forma que ellos entendieran. Ahora, todas las personas odian ser traicionadas, incluso personas malvadas e inmorales, y especialmente en el tema de la infidelidad conyugal. Ningún hombre o mujer quiere un cónyuge infiel. Entonces, cuando Oseas se casó con una prostituta, y luego ella lo traicionó cuando tuvo relaciones sexuales con otros hombres, todos podían mirarla y preguntarse cómo se sentirían si les sucediera lo mismo. Y entonces, tal vez, podían entender cómo se sintió Dios acerca de la traición por su pueblo. La historia de Oseas trata de la fidelidad y la infidelidad temporal y espiritual.

La historia de Oseas es tan humana y desgarradora. ¡Y las cosas empeoran! En el Capítulo 3, descubrimos que Gomer dejó a Oseas por otro hombre: Me dijo otra vez Jehová: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos. Oseas tuvo que ir y encontrarla con otro hombre. El dolor debe haber sido terrible. La compré, dice. ¡Tuvo que comprarla! El precio que pagó es aproximadamente lo que se dice en Éxodo 21:32, es el precio de una esclava. ¡Ella es la esposa de Oseas, que se compra por el precio de una esclava! ¡Qué horrible desorden es causado por la infidelidad!

Entonces Dios dice a Oseas: Ve, ama a ella. ¿Cómo podría él hacer eso? ¿Cómo podría Oseas amar a Gomer después de todo lo que ella había hecho a lo largo de los años, después de todo el dolor y la mentira, después de los niños en su casa que no eran suyos? Sería heroico para Oseas amar a Gomer nuevamente. ¡Pero ese es exactamente lo más importante! El amor de Oseas por Gomer fue mostrarle al mundo el amor de Dios en miniatura. Lo que Oseas quiere de Gomer es lo mismo que Dios quiere de su pueblo. Oseas no compra a Gomer para tener una esclava o una sierva. Él quiere a su esposa. Él quiere la restauración de un matrimonio amoroso, apasionado y comprometido. Y eso es lo que Dios quiere de su pueblo, no solo la obediencia a las leyes y las reglas, no como siervos o esclavos, sino a la verdadera reconciliación genuina. Dios quiere el verdadero arrepentimiento, y el verdadero arrepentimiento es restaurar una relación íntima de amor.

El ejemplo supremo del amor sufriente de Dios, el amor mostrado en la vida de Oseas, se ve en el Señor Jesús mismo. Vemos el alcance del amor heroico de Jesús cuando nos dice: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Jesús murió en la cruz para que pudiéramos ser amados como él es amado. Él murió para que también podamos llamar a Dios, Padre. Debemos arrepentirnos verdaderamente de nuestros pecados, aceptar su perdón y responder a su amor con obediencia, una obediencia que fluye como respuesta libre de ese amor.

Cuando pecamos, herimos a Dios en su corazón. Cada uno de nosotros debe hacerse algunas preguntas importantes. ¿De qué manera mi propia fidelidad a Dios se pone en peligro al dar la bienvenida y adaptarme a la cultura que me rodea? ¿Hay pequeños pecados en mi vida que me parecen triviales, pero que son desagradables para Dios? Jesús nos dice: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Él murió para reconciliarnos a un Dios que es amor. Jesús sabe que es amado, y obedece a su Padre. Debemos ser como él y seguirlo. Cuanto más nos damos cuenta de que somos amados, más queremos obedecer a Jesús. ¿Por qué no obedeceríamos a alguien que nos ama perfectamente, que murió por nosotros y nunca nos abandonará?

sábado, 25 de junio de 2016

Liberados ...  para vivir una nueva vida de obediencia (predicado el 22 de mayo 2016)

(Josué 3:1-17, Romanos 6:1-14)

Pablo, en su segunda carta a Timoteo, hace la siguiente firme declaración acerca de las escrituras (2 Tim 3:16): Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia. Timoteo era un joven pastor, a quien Pablo había entrenado. Él fue puesto a cargo de la importante, pero muy desafiante, iglesia en Éfeso, y Pablo le escribió para ayudarle a llevar a cabo su ministerio pastoral, de manera que las personas en la iglesia continuarán creciendo hacia la madurez cristiana, y llegaran a ser cada vez más obedientes a la Palabra de Dios. Pablo quería que Timoteo no tuviese absolutamente ningún malentendido sobre la importancia de las escrituras en este ministerio. Es críticamente importante, dice, porque Dios mismo lo habló, Dios lo respiró! Y puede ser utilizado para enseñar a las personas, reprenderlas cuando sea necesario, para corregirlas, y para entrenarlas en la justicia, a fin de que estén enteramente preparadas para toda buena obra. Que bendito há de haber sido el pueblo en esa iglesia para recibir el ministerio de Timoteo, en base a la Palabra respirado por Dios, y  haberla obedecido. Ahora, escuchen, podemos también responder de manera similar esta mañana, como Dios nos habla. Oremos: Padre celestial maravilloso, gracias por tu Palabra escrita en la Biblia. Te pedimos que seamos transformados y purificados a través de tu Palabra, y que seas glorificado por nuestra obediencia a ella. Habla, Señor, porque tus siervos oyen!

Nuestra lectura del Antiguo Testamento esta mañana es desde el libro de Josué, capítulo 3. El libro de Josué es el sexto libro de la Biblia, y sigue inmediatamente después del libro de Deuteronomio, que es el último de los cinco libros de Moisés, a veces llamado el Pentateuco, o la Torá. El libro de Josué es una continuación de la historia del Pentateuco. Describe el cruce del río Jordan por Israel para entrar en Canaán después de la muerte de Moisés, como también la conquista y el establecimiento en Canaán de las doce tribus bajo el liderazgo de Josué. Es un libro muy apasionante porque, como leemos en las historias de la conquista de Canaán por los israelitas, vemos a Dios haciendo milagros para ellos, dándoles una victoria tras otra, y  cumpliendo con todas las promesas que les había dado antes de que cruzaran el río Jordán. Aun cuando los hijos de Israel cometieron algunos errores, y algunos pecados graves por los que tuvieron que pagar, este libro es, en general, una historia edificante de un pueblo obediente que experimenta la fidelidad de Dios hacia ellos.

El libro de Josué fue escrito como registro de la fidelidad de Dios en cumplir sus promesas del pacto a Israel en lo concerniente a la tierra de Israel, y las victorias de la conquista se presentan como actos de redención de Dios para Israel y sus actos de juicio sobre una decadente cultura cananea. En la Biblia Hebrea, Josué es considerado como uno de los "profetas anteriores", es decir, uno de los libros que proféticamente interpretan el pacto de Dios con Israel mientras se esta obrando en la historia. El libro de Josué fue escrito para que, cuando las generaciones posteriores de los hijos de Israel lo lean, se recordaran de las tres grandes verdades acerca de la relación de Dios con su pueblo escogido, es decir: (a) su fidelidad; (b) su santidad; y (c), su salvación. El libro destaca la importancia de mantener viva la herencia de los actos salvadores de Dios a favor de su pueblo, y de perpetuar esa herencia de una generación a la siguiente. También, se recalca, a través de los relatos de los castigos por la desobediencia que lamentablemente ocurren, junto con otras admoniciones y advertencias, la importancia del temor del Señor en el corazón del pueblo de Dios, que los lleva a ser obedientes.

Este libro de Josué tiene bastante importancia para nosotros los cristianos también, porque tiene cumplimiento en el Nuevo Testamento. En el libro de Números, Capítulo 13, se dice que el nombre original de Josué era Oseas, que significa “la salvación,” pero Moisés cambió su nombre a Josué, que significa “El Señor salva,” o “El Señor es salvación.” Ahora bien, el nombre de Josué es el equivalente hebreo del nombre Jesús en el nuevo testamento. Josué es una prefiguración de Jesús en el Antiguo Testamento. Como el primer Josué blandió la espada del terrible juicio de Dios en la conquista de Canaán, así el segundo Josué, Jesús mismo, la blandirá en la conquista del fin de la historia.

Los cristianos debemos también tener consciencia siempre de la fidelidad, la santidad, y la salvación de Dios, pero nunca debemos olvidar temerlo, y obedecerlo en todo aspecto y todo momento, como se requería de los israelitas. Consideremos, en esta mañana, la situación en la que los hijos de Israel se vieron. Allí estaban, en el momento de entrar en una nueva tierra prometida, para conquistarla, para someterla, para cultivarla y vivir en ella. Se pretende que sea la bendición de Dios esté ellos. Que iban a heredar todas las promesas de Dios, y empezar una nueva vida en una nueva tierra, con la libertad y la prosperidad, ya que sirven obedientemente el Señor Jehová. Que iban a mostrar al mundo lo que significa ser el pueblo escogido de Dios. Pero, ¿qué clase de vida iban a vivir entonces? Esa es la pregunta que deben plantearse. Y tenemos que preguntarla de nosotros mismos también. Somos los herederos de el nuevo pacto con Dios, que aconteció a través de su Hijo Jesucristo, como lo vemos en nuestra lectura del Nuevo Testamento de esta mañana, de Romanos. ¿Qué clase de vida debemos llevar entonces?

Volvamos a considerar con más detalle nuestra lectura de Josué. Dicen los primeros ocho versos: Josué se levantó de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y vinieron hasta el Jordán, y reposaron allí antes de pasarlo. Y después de tres días, los oficiales recorrieron el campamento, y mandaron al pueblo, diciendo: Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino. Pero entre vosotros y ella haya distancia como de dos mil codos; no os acercaréis a ella. Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros. Y habló Josué a los sacerdotes, diciendo: Tomad el arca del pacto, y pasad delante del pueblo. Y ellos tomaron el arca del pacto y fueron delante del pueblo. Entonces Jehová dijo a Josué: Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo. Tú, pues, mandarás a los sacerdotes que llevan el arca del pacto, diciendo: Cuando hayáis entrado hasta el borde del agua del Jordán, pararéis en el Jordán.

Para mí, al leer estas palabras, lo primero que aparece es el hecho de que Dios ya ha previsto, hasta el último detalle, lo que va a ocurrir, y que Él requiere que los hijos de Israel obedezcan sus instrucciones exactamente. No estamos informado sobre toda la conversación entre el Señor y Josué sobre los arreglos, pero es obvio que Él dió instrucciones explícitas a Josué acerca de todo. Josué dice a la gente: Jehová hará mañana maravillas entre vosotros, y el Señor le dice: Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo. Los oficiales, claramente siguiendo las órdenes de Josué (Josué 1: 10,11), pasan alrededor del campo diciéndole al pueblo:  Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios … marcharéis en pos de ella … a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir. Los israelitas llegaron al río Jordán por fe, y se les había dicho que tenían que cruzarlo. Se les dijo que sigieran el arca. A través de todos sus años en el desierto, ellos habían seguido un camino inexplorado, y tuvieron que seguir a Dios y obedecerle y confiar en él para proveerse la comida y todas sus necesidades. Tenían muchos años de experimentar cómo Dios había sido fiel a ellos. Pero ahora, para cruzar el río Jordán, su necesidad de confiar en su fidelidad se va a volver clara como el agua.  Jehová es también Dios santísimo, y Josué ordena a las personas a consagrarse: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros. Deben lavarse, y toda su ropa, y hacer otros preparativos especiales.

El arca era una caja de madera, cubierta de oro, en la que se guardaban las dos tablas de la ley, traídas desde la montaña por medio de Moisés. Estas tablas se llaman el testimonio. A través de ellas, Dios declaró su voluntad. Esta ley fue un testimonio a los hijos de Israel, para dirigirlos en sus deberes, y también sería un testimonio contra ellos, si desobedecían. La parte superior del arca era el lugar donde Dios dijo que su presencia moraba (Ex 25:22). Era su trono. Cuando a los israelitas se les dijo que siguieran el arca hacia el río Jordán, se les estaba dando a entender que estaban siguiendo a Dios mismo. Mientras marchaban, ellos tenían que dejar un espacio también: … entre vosotros y ella haya distancia como de dos mil codos; no os acercaréis a ella.

El Señor mismo entró en el Jordán delante de los hijos de Israel, mientras los llevaba a la tierra de Canaán; y el respeto por el arca, el símbolo sagrado de la santa presencia del Señor, requiere un espacio de dos mil codos (unos 900 metros) entre el pueblo y los sacerdotes que llevaban el arca. Pero, en mi opinión, el reconocimiento de la santidad de Jehová no fue la única razón por la que el pueblo tenía que dejar un espacio. También el cruce del Jordán fue una etapa culminante de la obra soberana de Dios en la salvación para los hijos de Israel. Él quería que cada uno de ellos vea claramente que el milagro que se lleva a cabo cuando cruzaban el Jordán se debió a él solo! Los sacerdotes que llevaban el arca no llevaban espadas, y probablemente no sabían a nadar, y ellos tenían que confiar en Dios para cruzar con seguridad a través del Jordán, tanto como el resto de las personas. Fue Dios mismo, sólo Dios, simbolizado en el arca del pacto, que iba a realizar el milagro del cruce del Jordán, y Él quería que todos lo vieran!

¿Qué le dijo Dios a Josué?: Tú, pues, mandarás a los sacerdotes que llevan el arca del pacto, diciendo: Cuando hayáis entrado hasta el borde del agua del Jordán, pararéis en el Jordán, y luego Josué dice al pueblo: He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán … Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor de toda la tierra, se asienten en las aguas del Jordán, las aguas del Jordán se dividirán; porque las aguas que vienen de arriba se detendrán en un montón. ¿Y por qué Dios hizo esto? Josué nos dice: En esto conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y que él echará de delante de vosotros al cananeo, al heteo, al heveo, al ferezeo, al gergeseo, al amorreo y al jebuseo. Jehová mismo estaba salvando a su pueblo. Que no haya ningún error al respecto! Él los había sacado de Egipto. Él había dividido el Mar Rojo para que pudieran cruzar a través de él, y escapar de los egipcios. Él les había dado el Pacto de la Ley por medio de Moisés. Él les había cuidado durante 40 años mientras vagaban por el desierto. Ahora Él fue llevandolos a la tierra prometida por el cruce del Jordán. Dios estaba salvando a su pueblo! ¡Que todos los hijos de Israel lo entiendan!

Y así vemos el gran milagro realizado. La lectura nos dice: cuando los que llevaban el arca entraron en el Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca fueron mojados a la orilla del agua (porque el Jordán suele desbordarse por todas sus orillas todo el tiempo de la siega), las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos de la ciudad de Adam, que está al lado de Saretán, y las que descendían al mar del Arabá, al Mar Salado, se acabaron, y fueron divididas; y el pueblo pasó en dirección de Jericó. Mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán; y todo Israel pasó en seco. En este acto tremendo vemos la fidelidad de Dios, la santidad de Dios y la salvación de Dios. Pero también vemos que su cumplimiento, en la forma en que el Señor quería, requiere la obediencia del pueblo. Por segunda vez en la historia del pueblo hebreo, Dios dividió las aguas para que pudieran cruzar por tierra seca. El Señor mismo permaneció en el lugar de peligro hasta que todo Israel había cruzado.

El libro de Josué fue escrito para recordar a los israelitas el pacto que Jehová había hecho con ellos. Ellos debían recordar, en primer lugar, su fidelidad a cumplir con todas las promesas que les había hecho, y sobre todo, como hemos escuchado hoy, su promesa de llevarlos a través del río Jordán, para tomar posesión de la tierra prometida. Pero, en segundo lugar, el libro de Josué fue escrito también para recordar a los hijos de Israel que mantuviesen la promesa que ellos mismos habían hecho a Dios, como su parte del pacto. En Éxodo 19: 5-8 se dice: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra … Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel … Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo. Cuando se hizo ese pacto, Jehová había advertido al pueblo de Israel que ellos debían obedecer sus mandamientos, que era una parte del pacto, en todos los aspectos. En Deuteronomio 11: 8,9 dice:  Guardad, pues, todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis fortalecidos, y entréis y poseáis la tierra a la cual pasáis para tomarla; y para que os sean prolongados los días sobre la tierra, de la cual juró Jehová a vuestros padres, que había de darla a ellos y a su descendencia, tierra que fluye leche y miel. Y más adelante en el mismo capítulo Él les dice (vv. 16,17): Guardaos, pues, que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos; y se encienda el furor de Jehová sobre vosotros, y cierre los cielos, y no haya lluvia, ni la tierra dé su fruto, y perezcáis pronto de la buena tierra que os da Jehová.

Los israelitas, que estaban cruzando el Jordán, siguiendo a Josué, estaban siendo puestos en libertad. Se les estaba dando su propia tierra. Qué perspectiva maravillosa y emocionante que debe haber sido! Se les estaba siendo dada la libertad, una nueva vida, en esta tierra hermosa y abundante! ¡Qué bendición ellos recibían de Dios! Pero, hay que esperar un momento, también hay un peligro aquí. Hay una trampa en la que ellos podían caer. La libertad no es lo mismo que el libertinaje. El ser puesto en libertad no es decir que no hay leyes y reglas a seguir. La libertad nunca está libre de todos los requisitos. No existe una libertad de esa manera. De hecho, para preservar la libertad de todos, tiene que haber leyes y normas estrictas que todos debemos obedecer. Dios había escrito esas leyes para los hijos de Israel. Ahora, al entrar en la tierra prometida, Él espera que obedezcan estas leyes, si ellos desean preservar la nueva vida de libertad que Él les estaba dando. Una parte inevitable de vivir como una persona madura ante el Señor, es tener una comprensión clara de lo que realmente significa la libertad.

El pacto que Dios hizo con el pueblo hebreo en el Sinaí, bajo el ministerio de Moisés, se llama el antiguo pacto. Como cristianos, somos el pueblo de Dios a través del nuevo pacto. En nuestro lectura del Nuevo Testamento de esta mañana, de la carta a los Romanos, Pablo nos informa acerca del pacto nuevo. Este es el pacto que Dios hace, personalmente, con todos los cristianos, con cada persona que acepta la salvación de Dios por medio de la sangre de su único Hijo, Jesús, que murió en la cruz para pagar el precio de nuestros pecados, y fue resucitado de entre los muertos para justificarnos ante los ojos de Dios como justos, y para darnos vida nueva y eterna. En esta lectura, Pablo expresa lo que es un maravilloso milagro que Dios lleva a cabo en nuestro favor a través de la muerte y resurrección de su Hijo. Él dice (Rom 6:3-5): ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.

Ahora, en los días del Nuevo Testamento, cuando una persona se convirtía a Cristo, era bautizada por lo general inmediatamente después. Un buen ejemplo de esto es la historia del carcelero de Filipos en Hechos 16: 25-34. La conversión y el bautismo casi siempre ocurrieron juntos, y los dos se consideraban parte de un solo evento. Así que, aunque el acto de bautismo no es, en si mismo, un medio por el cual somos salvos por medio de Jesucristo, sí está estrechamente relacionado con la fe. Cuando Pablo dice: somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, él está diciendo que, cuando estamos bautizados como cristianos, este bautismo describe, de una manera que es muy fácil de visualizar, lo que ocurre como resultado de nuestra unión con Jesús, que es por la fe. Por la fe somos unidos a Jesús, y nuestro bautismo simboliza que hemos muerto y hemos resucitado de nuevo con Él. Nuestro bautismo, cuando pasamos debajo del agua, y ascendemos de nuevo, es un signo de nuestra identificación con Jesús, cuando Él murió, fue depositado en la tumba, y luego resucitó de nuevo a la vida.

¿No es una verdad sorprendente? Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, cuando ponemos nuestra fe en él para la salvación, Pablo dice que somos sepultados con Cristo en la muerte y luego, por medio de la gloria del Padre, somos resucitados con él a una nueva vida. Pero realmente no tenemos que morir, ¿verdad? Jesús fue delante de nosotros a la cruz, y murió en vez de nosotros, para pagar por nuestros pecados. Él sufrió la muerte que es la paga del pecado, de modo que no tengamos que sufrir, y por lo que podemos tener una nueva vida. ¿Qué les parece eso? ¿No es eso semejante a otra cosa que hemos escuchado esta mañana? Leimos la historia de cómo Jehová fue delante de los hijos de Israel, simbolizado por el arca, en el medio del río Jordán, y se detuvieron las aguas, de manera que las personas puedan pasar con seguridad. En la estación del año en que los israelitas necesitaban cruzar el río, el Jordán suele desbordarse por todas sus orillas todo el tiempo de la siega. Si los hijos de Israel hubiesen tratado de cruzar el río por sí mismos, muchos de ellos habrían muerto. Pero ellos no tuvieron que hacer eso! Dios fue delante de ellos, y se detuvo el río, por lo que, como se dice: las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos de la ciudad de Adam. Existe un paralelismo espiritual directo entre las dos lecturas de esta mañana. Vemos a Dios actuar de dos maneras diferentes para salvar a su pueblo. En primer lugar, los israelitas se salvaron de la muerte en el río Jordán, cuando Dios fue delante de ellos para detener las aguas, y que ellos pudieran cruzar a una nueva vida a Canaán, seguros y sanos. En segundo lugar, para todos los que lo acepten, Jesucristo nos salva de la muerte que,  de otra manera, tendríamos que sufrir por nuestros pecados, para que podamos llegar a salvo a la vida eterna.

Sin embargo, hay algo más, de crítica importancia, que tenemos que decir acerca de nuestra lectura del nuevo testamento de esta mañana. En su carta a los Romanos, Pablo les está explicando, y a nosotros, sobre el plan de Dios para la salvación de la humanidad a través de la muerte y resurrección de su Hijo en la cruz. Él deja claro que no hay nada que cualquiera de nosotros puede hacer para ganar nuestra propia salvación. Todo lo que podemos hacer es arrepentirnos de nuestros pecados, confesar nuestra necesidad de perdón y limpieza, y, por la fe, aceptar humildemente la salvación que Dios nos ofrece. Nuestra salvación, nuestra justificación ante Dios, sólo se obtiene por la fe en la obra completa de Jesús en la cruz del Calvario. Al comienzo del capítulo 5 de la carta, Pablo dice: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Ahora, en estos versos, aparece una palabra importante sobre la cual tenemos que decir algo, y esta es, la gracia.

En los capítulos anteriores de Romanos, es decir, los capítulos antes del capítulo que escuchemos esta mañana, Pablo explica muy cuidadosamente de cómo la salvación que Dios nos ofrece es un acto de su gracia soberana. Ahora, ¿Qué es esta cosa llamada gracia? En términos simples, esto significa que Dios nos da cosas, cosas espirituales y materiales, que no merecemos. Debido a su gran amor por nosotros, Dios nos ofrece bendiciones que no merecemos. Y lo más importante que Él nos da es la salvación, la vida eterna, y una relación restaurada con Él por medio de Jesucristo. Nuestros pecados son borrados, y volvemos a ser sus hijos, y Él es nuestro amoroso Padre celestial. A causa de nuestros pecados, no merecemos esto, pero Él  quiere dárnoslo de todos modos, porque nos ama. Esa es la gracia. Cuando éramos impotentes en nuestro pecado, y sujetos a la muerte a causa de ello, Dios Padre, en su gracia, envió a su Hijo Jesús a morir en la cruz para pagar el precio que no fuimos capaces de pagar.

En el capítulo 5 de Romanos, Pablo nos explica cuan grande debe ser la gracia de Dios, ya que los pecados que son perdonados son tan malos, y tantos! Al final del capítulo 5 Pablo dice: … mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. El dice que, por grande que sea mi pecado, la gracia que Dios  me muestra siempre será mayor que el pecado, para que pueda ser redimido del pecado por el sacrificio de Jesús en la cruz.

Ahora bien, aunque esta es otra maravillosa verdad acerca de la salvación, había gente en esa epoca, y hay gente hoy en día, que malentendió, perversamente, la verdadera naturaleza de la gracia. Había personas que pensaban: Bueno, si la gracia de Dios es siempre mayor que mi pecado, entonces ¿por qué tengo que obedecer los mandamientos de Dios en absoluto? Puedo salir hoy mismo y hacer lo que me gusta. Puedo mentir, robar, engañar, tener relaciones sexuales ilícitas ..., hago lo que me gusta. Y luego puedo volver a casa y confesar mis pecados a Dios, y él me perdonará a causa de la gran gracia que fue mostró en el Señor Jesús. Ahora, estoy seguro de que ustedes se darán cuenta de que hay algo muy mal con ese tipo de razonamiento. No puede ser correcto, y no lo es.

Cuando Pablo enseñaba la justificación por la fe sola, hubo gente en la iglesia que se opuso a él, porque pensaban que llevaría a la irresponsabilidad moral, de la manera que acabo de describir. Por lo tanto, para explicar este tema con más cuidado, Pablo dice, en Romanos 6:1,2: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? Y más tarde en el Capítulo 6: 5-7 dice: Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Pablo dice que, cuando recibimos la salvación por la fe en Jesucristo, nuestro viejo hombre, es decir, nuestro ser no regenerado, lo que éramos antes de ser cristianos, dominado por el pecado, es crucificado con Cristo. Este hombre viejo murió, ya es un cuerpo de muerte que ha sido destruido, por lo que ya no nos puede esclavizar al pecado. Si bien todavía no estamos sin pecado, somos libres de las ataduras del pecado, que ya no tiene poder sobre nosotros. El creyente que muere con Cristo se eleva a una nueva calidad de vida aquí y ahora. Nuestro nuevo nacimiento es ya un hecho, y esto crecerá más y más a medida que avanzamos, para llegar a ser maduros en Cristo.

No debemos pensar que debido a que somos justificados por la fe, por la gracia de Dios,  tenemos entonces una licencia para cometer cualquier pecado que queremos. En su muerte Cristo, por el bien de los pecadores, se sometió al dominio del pecado (Romanos 5:21); pero, a través de su muerte, se rompió el vínculo entre el pecado y la muerte. Después de haber sido levantado de entre los muertos, ahora Él vive para siempre para glorificar a Dios. Lo mismo debe ser cierto de nosotros.Pablo dice, en versos 8-10: Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.

Por esta razón, debemos esforzarnos para vivir una vida sin pecado para la gloria de Dios. Como cristianos, debemos ser en la práctica lo que ya somos en nuestro status delante de Dios. Pablo nos da tres pasos que debemos dar para lograr esto. El primer paso hacia la victoria sobre el pecado en nuestras vidas es tener fe en que el poder del pecado sobre nosotros realmente se ha roto. Pablo dice (Rom 6:11): Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Por la fe, tenemos que vivir a la luz de esta verdad. El segundo paso hacia la victoria sobre el pecado es la negativa a que reine el pecado en nuestras vidas. Pablo dice (Rom 6:12): No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias. Y el tercer paso consiste en ofrecernos a Dios, para servirlo a él. Pablo dice (Rom 6:13): ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.

Como cristianos, no hemos sido liberados de toda autoridad moral. Sin embargo, hemos sido liberados del poder del pecado. La gracia de Dios nos da el poder para vencer el pecado en nuestras vidas, pero tenemos que permitir que el poder obre en nosotros. Hoy día, hemos escuchado que Dios pasó delante de los hijos de Israel en el río Jordán, para que pudieran cruzar con seguridad a Canaán. Cuando llegaron allí, ellos habían sido liberados de la esclavitud del pasado, pero todavía tenían que obedecer los mandamientos de Dios. Del mismo modo, Jesús atravesó el bautismo de muerte por vencer el pecado, para que nosotros no tuviéramos que sufrir la muerte por nuestros pecados. A medida que avanzamos, para tomar posesión de la nueva vida que Dios nos ofrece, también tenemos que ser obedientes a Dios. Sin embargo, tenemos una ventaja enorme. El poder del pecado ha sido roto por nosotros, y tenemos el poder de Dios a nuestra disposición para ayudarnos a vivir las vidas que él desea. Debemos recordar las palabras de Pablo: Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

Oremos: Señor, gracias por salvar a los hijos de Israel a su paso por el río Jordán. Gracias por llamarles a una vida de obediencia, para que pudieran glorificar su nombre. Aún más, Señor, gracias por enviar al Señor Jesús a sacrificar su vida en la cruz, para que podamos ser reconciliados a ti y ser tus hijos. Hoy declaramos, que vamos a obedecer tu ley para que tu seas glorificado a través de nosotros, y para que, a través de nuestro testimonio, tu Reino se extenderá por toda la tierra.

sábado, 31 de octubre de 2015

¿Que haria Jesús? (predicado el 15 de octubre 2015)

(Romanos 8:28-32, Lucas 14:12-14)

WWJD

¿Han visto alguna vez estas letras? ¿Saben a lo que se refieren? Estoy seguro de que algunos de ustedes probablemente las han visto.

Son las letras iniciales de las cuatro palabras en inglés: What would Jesus do? En castellano sería: ¿Que Haría Jesús? Hace unos 20 años, había una moda en los EE.UU. para algunos cristianos de llevar pulseras o ropa con estas letras escritas en ellas. Fue una manera de dar testimonio de su fe en Jesús. Se pretende dar a entender una pregunta. La pregunta es, en cualquier situación en que te encuentras en tu vida, primero debes preguntar: ¿Qué haría Jesús en esta situación? Entonces, sabiendo cómo Jesús respondería a esa situación, debes hacer lo mismo que él.

El Señor Jesús establece el estándar de cómo se debe vivir la vida. Como cristianos, debemos tratar de modelar nuestras vidas en Jesús. En nuestra primera lectura de esta noche hemos escuchado esto: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Dios Padre quiere que seamos como su Hijo Jesús. Él quiere que conversemos como Jesús, que pensemos como Jesús, y que actuemos como Jesús. Debemos mostrar al mundo lo que significa vivir en el Reino de Dios, y ser parte de la familia de Dios.

Jesús dijo a sus discípulos: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Esta noche voy a hablar de un aspecto especial del carácter de Dios, que también vemos en el carácter de Jesús, que él quiere que tengamos también, es decir, su generosidad.

¿Cuál es la generosidad? Cuando escuchamos esta palabra, la mayoría de nosotros, probablemente, pensamos primero que significa estar preparado para compartir nuestros bienes con otras personas, o para dar de nuestro tiempo, o dinero, a los que tienen una mayor necesidad que nosotros. Este es, sin duda, un aspecto importante de la generosidad, pero, para el cristiano, la generosidad es en verdad mucho más que esto. Debemos acordarnos que es posible dar sin amor. Pablo nos dice: Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. Ese tipo de dar, aunque costoso, no es la generosidad. La verdadera generosidad debe ser motivado por el amor altruista, y se demuestra a nosotros por Dios mismo: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Yo no tengo hijos por mi cuenta, pero creo que sí puedo imaginar un poco lo que se debe sentir al perder un hijo, tal vez por una enfermedad o un accidente. Pero no puedo imaginar lo difícil que debe ser entregar la vida de un hijo único, como un acto de amor, por el bien de alguien que ni siquiera puede reconocerlo, ni aun preocuparse de eso. Y la Biblia nos dice que Dios va aún más lejos que esto. La primera lectura que escuchamos dice: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Si Dios entregó a su Hijo Jesús para morir en la cruz por nuestros pecados, debiésemos entonces dudar de que él va a proveer trabajos para que ganemos lo suficiente para mantener a nuestras familias?

¿Qué lecciones podemos aprender acerca de la generosidad en esta noche, a partir del ejemplo de Dios?

En primer lugar, ser generoso significa estar preparado para dar sin esperar nada a cambio. ¿Qué nos dice Jesús en la segunda lectura de esta noche: Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos. Así es como Dios dio a su único hijo por nosotros. Qué triste es pensar que, probablemente, son muchas más personas las que rechazan su generosa dádiva de la salvación por el Señor Jesús, que aquellos que la aceptan. Sin embargo, Dios todavía ofrece la salvación a todos aquellos que reciben a su hijo como su Señor y su Dios.

En segundo lugar, ser generosos significa estar preparados para dar con sacrificio. Hacer un sacrificio significa renunciar a algo u alguien que realmente necesitamos o queremos, por el bien de otra persona. Esta generosidad se demostró con la viuda que puso sus dos pequeñas monedas en las alcancías del templo. ¿Te acuerdas de lo que Jesús dijo acerca de ella?: esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía. Dar con sacrificio requiere una verdadera pérdida de algo muy importante para nosotros, pero Dios nunca se olvida de una ofrenda de sacrificio, y siempre nos da mucho más a cambio: Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios.

La generosidad es una actitud de amor, que se desarrolla en nuestros corazones por el Espíritu Santo cuando respondemos al amor de Dios y su generosidad para con nosotros. Es una bendición para nosotros, ya que, cuando confiamos más en Dios, somos liberados de las preocupaciones acerca de nuestras posesiones. Aprendemos a amar más a Dios, y también nosotros aprendemos a amar menos las cosas que el creó. Nuestra fe en Dios crece. La generosidad es, también, como hemos visto, una bendición para los demas. Ellos son fortalecidos por los bienes que traemos. Ellos ven la mano de Dios obrando para proveer sus necesidades Ellos ponen su fe en él, y son liberados de la pobreza y la esclavitud. Finalmente, y lo más importante, la generosidad es una bendición a Dios. Dios está agradecido con nuestro dar, ya que esto refleja su propio corazón generoso. Genera acción de gracias a Él, y es una parte vital de la comunión y de la koinonía del Cuerpo de Cristo. Su reino se extiende cuando damos de nuestras vidas y de nuestro tesoro con generosidad a su servicio.

Hagamos lo que hace Jesús. Seamos felices y disfrutemos de los bienes que Dios nos da, y seamos felices en compartirlos con los demás. Centrémonos en Dios Padre y su ejemplo de generosidad: Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

jueves, 18 de junio de 2015

La salvación de la familia (predicado el Día de la Madre - 8 de mayo de 2011)

Josué 2:1-24

Como muchos de ustedes saben, antes de llegar aquí a Chile, yo vivía en los Estados Unidos, en el estado de Mississippi, que toma su nombre del famoso río Mississippi, que es su frontera en el lado occidental. Es un estado rural, con muchos hermosos bosques y campos. Una mañana, estuve manejando al trabajo a lo largo de una estrecha carretera, que había una larga fila de árboles en un lado. De repente, vi en el camino delante de mí un pequeño pájaro que estaba luchando para caminar. Era un joven, que había caído, obviamente, de un nido. Decidí parar,  para recoger el pajarito y llevarlo a la orilla de la carretera, donde no sería atropellado por otro auto. Sin embargo, como salí del auto y me dirigí hacia el pajarito, la madre de este, que era del tamaño de un zorzal, ella voló y aterrizó cerca de mí. Comenzó a gritarme con chillidos, regaños me advertía de no tocara a su guagua. A medida que me acercaba, sus gritos se hicieron aún más fuertes, y ella caminó hacia mí, para que me alejara de su hijo. Tuve que esforzarme para hacer caso omiso de sus advertencias, y finalmente lo hice para recoger el pajarito, y lo lleve cerca de los árboles en el lado de la carretera. No habia nada más que hacer, los árboles eran muy altos, y yo no sabía dónde estaba el nido.

Mientras seguía manejando hacia mi trabajo, pensé en lo que había sucedido. Me quedé muy impresionado por el comportamiento del ave madre. A pesar de que era muy pequeña, y yo era un gigante en comparación con ella, su instinto de madre para proteger a su hijo era tan fuerte, que no le importo esta gran diferencia entre nosotros, y estuvo dispuesta a atacarme con el fin de salvar a su guagua. Ella quería cuidar de su familia.

¿No es también éste siempre el caso o sentimiento con nuestras madres? Una de las cosas maravillosas acerca de ser parte de la Iglesia del Salvador, es la presencia de tantos bebés y niños pequeños. Me fascina ver a las madres aquí, alimentan y cuidan a sus bebés en todo momento, incluso durante el servicio, y eso me hace recordar la gran deuda que debo a mi propia madre, que se ocupaba de mí con tanto cuidado cuando era un niño, y más tarde en innumerables ocasiones en adelante, también, y que era una buena influencia en mi vida. En el libro de Proverbios se dice, describiendo el carácter de una mujer de Dios, que cumple fielmente sus deberes como esposa y madre: Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Está atenta a la marcha de su hogar, y el pan que come no es fruto del ocio. Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba: «Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas.»  Engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza. ¡Sean reconocidos sus logros, y públicamente alabadas sus obras!

En la lectura bíblica de hoy, nos enteramos de una mujer llamada Rajab que, aunque la Biblia no dice explícitamente que ella era una madre en esa época, ella quería proteger a su familia y mantenerla segura. Rajab quería salvar a su familia y a si misma de la destrucción que ella supo que había llegando a su nación desde Dios, a manos de los israelitas, quienes sin duda invadirían su tierra y conquistarian.

Antes de considerar más acerca de Rajab, y sobre lo que podemos aprender de ella y la forma de vivir nuestra vida cristiana, me gustaría hacerles a todos ustedes una pregunta, que creo es importante para entender el contexto de la lectura de hoy. La Biblia, como ustedes ya saben, es un libro muy grande y diverso, con muchas partes diferentes, con distintos autores, escrito durante un tiempo muy largo, ademas que contiene varios tipos diferentes de literatura, tales como: historia (por ejemplo, pensamos en las historias sobre el rey David), poesía (recordamos los salmos hermosos que leemos juntos), además de la instrucción moral (como el Sermón del monte). Sin embargo, a pesar de su diversidad, el tema general y el propósito de la Biblia se puede resumir en una sola palabra. ¿Sabe usted lo que palabra es? No estoy hablando de un nombre, como Moisés, o Dios, o incluso nuestro Señor Jesús. Yo le pido que describa el tema central de la Biblia, la razón por la que fue escrito. ¿Sabe usted?

Bueno, la palabra que resume la Biblia, la unica palabra que describe por qué Dios hizo que la Biblia fuera escrita, la palabra que explica por qué la Biblia es de importancia fundamental para los cristianos, por qué deberían leerla cada día, por qué se debe orar al respecto, por qué se debe tratar de aprender de la acerca de cómo vivir sus vidas, la unica palabra que pone de relieve la importancia fundamental de la Biblia para nosotros y nuestras familias, y que llega hasta la parte más profunda de nuestro ser espiritual es. .. "la salvación." El tema general y el propósito de la Biblia es descrita por esa sola palabra: " la salvación."

Nuestra naturaleza pecaminosa afecta cada aspecto de nuestras vidas, hacia adentro y hacia afuera, desde el momento en que nacemos hasta nuestro último día en esta tierra. El pecado estropea y arruina  a nuestras familias, nuestras relaciones, nuestra sociedad y nuestro mundo. A causa del pecado, tenemos que ser radicalmente salvos. Y no hay nada que podamos hacer para salvarnos a nosotros mismos, ya sea para cambiar nuestra naturaleza, o salvarnos de las consecuencias de nuestra naturaleza pecaminosa.

La Biblia, comenzando desde el Génesis, y a través de la Revelación, trata del desarrollo y despliegue del plan de salvación de Dios para su pueblo en la tierra, quienes no merecen ser salvados. El plan comienza con un hombre, Abraham, que es llamado a confiar y obedecerle a Dios. Entonces, desde Abraham, vienen del pueblo judío. Muchos años más tarde, a partir de los judíos, nace el Mesías, el Señor Jesús, que nos trae la salvación a través de la cruz del Calvario.

 La Biblia describe los diversos aspectos del desarrollo y el significado de este plan, y como Dios enseña a su pueblo a vivir como parte de él. Entonces, después de la resurrección de nuestro Señor y su regreso al Padre, como se relata en el libro de los Hechos, la Biblia cuenta la historia de los comienzos de la Iglesia como pueblo de Dios, cuando estos creyentes como nosotros hoy, empezaron a salir y predicar el plan divino de salvación al mundo entero. Todas estas cosas son el mismo tema: la salvación. La semana pasada, nuestro Pastor nos dijo que el nombre de Josué, en el idioma hebreo, significa "salvación." Hoy, en el capítulo 2 del libro de Josué, vamos a ver lo que realmente significa la salvación para Rajab y su familia.

La historia narrada en la lectura de hoy se produce después de que el pueblo de Israel ha estado vagando por el desierto durante cuarenta años. Algunos de ustedes pueden haber visto en la televisión, el fin de semana de Pascua, la película "Los Diez Mandamientos", que narra la historia de cómo el Señor, por medio de Moisés, sacó a los israelitas de la tierra de Egipto. Recordarán cómo Dios mostró su amor y poder, y su fidelidad a su pueblo, a través de todos los milagros que él hizo por ellos. Fueron las plagas de Egipto, y la Pascua. La separación del Mar Rojo, para que los israelitas pudieran cruzarlo y así poder escapar de Faraón y su ejército, y luego la destrucción de ese ejército cuando trataron de seguir. Más tarde, hubo la provisión increíble de agua a beber desde una roca seca, y muchos otros milagros claros e innegables.

Bueno, después de que Dios dio la Ley a Moisés en el Sinaí, fue su intención original  llevar de inmediato a los israelitas por el desierto y hacia la tierra prometida. Todo lo que tenían que hacer, con sus grandes recientes milagros, fijados en sus mentes, era seguir obedeciendo, y confiar en él para darles la victoria en las batallas que tendrían que luchar contra los cananeos. Sin embargo, desgraciadamente, ellos no fueron fieles a Dios. Se negaron a confiar en que él estaría  con ellos y lucharía por ellos,  en cambio optaron para criticarlo, y también criticar a Moisés. Dios se enojó mucho con ellos, y condenó a los Israelitas a vagar por el desierto durante cuarenta años, hasta que toda esa generación rebelde debían morir. Bueno, ellos murieron, y Moisés también murió, y ahora un nuevo líder, Josué, va a liderar a la próxima generación de Israelitas en Canaán.

Josué era un hombre de Dios, y un excelente General. También fue muy preocupado de que los hijos de Israel no deben repetir la desobediencia de sus padres. Procedió  con cautela, pero fue completamente obediente a lo que Dios le dijo que debía hacer. Fiel a su promesa, Dios estuvo con los israelitas, dándoles impresionantes victorias en batalla, ya que se acercaban a la Tierra Prometida. De hecho, una vez que Josué y su pueblo decidió obedecer y confiar en Dios, su victoria estaba asegurada. Tuvieron tanto éxito, que las noticias acerca de ellos se derramó por toda la región, y el pueblo de Canaán llegó a ser muy temeroso de Israel. Cuando se acercaban a Jericó para conquistarlo, Josué envió dos espías a mirar a su alrededor y luego informar a darle información. Vamos a escuchar de nuevo los versos 1-3: Luego Josué hijo de Nun envió secretamente, desde Sitín, a dos espías con la siguiente orden: «Vayan a explorar la tierra, especialmente Jericó.» Cuando los espías llegaron a Jericó, se hospedaron en la casa de una prostituta llamada Rajab. Pero el rey de Jericó se enteró de que dos espías israelitas habían entrado esa noche en la ciudad para reconocer el país. Así que le envió a Rajab el siguiente mensaje: «Echa fuera a los hombres que han entrado en tu casa, pues vinieron a espiar nuestro país.»

Podemos ver lo preocupado que el rey de Jericó debe haber estado, porque fue muy sospechoso de los dos hombres. Sin embargo, lo que el rey no comprendió, y lo que Rajab claramente si entendió, fue que la victoria de los israelitas en contra de Jericó era más que probable. Fue, por el poder de Dios obrando a través de ellos, absolutamente inevitable. Ella vio que, sin que el poder mismo de Dios en su vida, ella y su familia serían destruidas, junto con el resto de la gente de Jericó. Así que decidió ayudar a los dos espías, escondiéndolos en su techo, y luego finalmente ayudarles que escapar. Más adelante en el pasaje, ella da un testimonio precioso de su fe en Dios, y su falta de salvación: Antes de que los espías se acostaran, Rajab subió al techo y les dijo: —Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra, y por eso estamos aterrorizados; todos los habitantes del país están muertos de miedo ante ustedes. Tenemos noticias de cómo el Señor secó las aguas del Mar Rojo para que ustedes pasaran, después de haber salido de Egipto. También hemos oído cómo destruyeron completamente a los reyes amorreos, Sijón y Og, al este del Jordán. Por eso estamos todos tan amedrentados y descorazonados frente a ustedes. Yo sé que el Señor y Dios es Dios de dioses tanto en el cielo como en la tierra. Por lo tanto, les pido ahora mismo que juren en el nombre del Señor que serán bondadosos con mi familia, como yo lo he sido con ustedes. Quiero que me den como garantía una señal de que perdonarán la vida de mis padres, de mis hermanos y de todos los que viven con ellos. ¡Juren que nos salvarán de la muerte ¿Se nota de las palabras importantes: les pido ... que juren en el nombre del Señor? Usted ve, Rajab se dio cuenta de que no había absolutamente nada que pudiera hacer para salvar a su vida y a su familia. Sólo el Dios de Israel podía salvarlos, y ella decidió poner su fe en él. De hecho, este fue un evento que cambió la vida de Rajab, porque Dios realmente recompensada su fe. En Mateo 1:5, en la genealogía de Jesús, se dice que mas adelante, ella se casó con Salmón, y dió luz a un hijo llamado Booz. Esto significa que ella se convirtió en un antepasado directo de nuestro Señor.

Ahora, hace dos semanas, nuestra iglesia ha tenido un retiro en el que una serie de metas para el futuro se decidieron. Estos fueron: (1) para tener 200 miembros de la iglesia, o más, por el año 2020, (2) para ser una iglesia financieramente auto-sostenible, ese mismo año, y (3) tener dos cultos en la iglesia todos los domingos. Esos son objetivos grandes e importantes, y corresponden con la voluntad de Dios para nosotros. Sin embargo, con el fin de llevarlos a cabo, está claro que vamos a tener que luchar en una guerra espiritual para tomar posesión para Cristo del territorio que nos rodea, al igual que los israelitas tuvieron que conquistar Canaán. ¿Qué tiene la historia de los espías y Rajab que decirnos hoy, al enfrentar la posibilidad de hacer esto? ¿Qué nos dice acerca de traer la salvación de Dios en la vida de las personas que nos rodean, y también en nuestras propias vidas?. Creo que hay lecciones de ambos lados: desde el punto de vista de los israelitas, y también desde la perspectiva de Rajab.

En primer lugar, como hemos visto, la razón porque la primera generación de israelitas desagradaron a Dios, y murieron en el desierto, ellos no estuvieron dispuestos a poner su fe en Dios. Esto plantea una cuestión de importancia fundamental para nuestra vida cristiana. La Biblia dice en Hebreos 11:6: En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Esta es la razón por la que murieron, y también por qué Rajab, a pesar del hecho de que su comprensión de Dios era imperfecta, y sus acciones no estuvieron completamente honorables, se salvó. Rajab fue elogiado por su fe, como también dice en Hebreos 11:31: Por la fe la prostituta Rajab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. Del mismo modo, si queremos que nuestra iglesia crezca, debemos poner nuestra fe absoluta en Dios para dirigirnos, lo que implica que debemos confiar en él, y obedecerlo, tanto a nivel individual y como cuerpo. Él quiere que seamos pueblo santo, obediente de la fe.

En segundo lugar, si queremos hacer la voluntad de Dios, para que la iglesia de Dios aquí en San Joaquín crezca, primero debemos saber cuál es su voluntad. Esto significa que debemos dedicarnos a la oración y al estudio de la Palabra de Dios, para buscar la perfecta voluntad de Dios para nosotros.

En tercer lugar, hemos escuchado cómo, a pesar de que los israelitas primero desagradaron a Dios, la segunda generación, que eran obedientes, todavía eran capaces de llevar a cabo su propósito. Eso significa que hay esperanza para nosotros si pecamos. Si pecamos, pero luego nos arrepentimos, y renovamos nuestro compromiso a servir a Dios, obediente, confiando en su perdón, el nos levantará y nos pondrá en un lugar más alto, donde podemos hacer grandes cosas para él. Todos en nuestra comunidad, independientemente de su origen, con independencia de su vida pasada, puede tomar un papel en la tarea que él nos ha definido, para llevar el evangelio de Jesucristo a la gente de nuestra comunidad.

En cuarto lugar, lo que atrajo a Rajab hacia el Dios de Israel era ver su gran poder de trabajo a través de su gente. Ella comprendió que ellos tenían algo que la gente de Jericó no tenía, algo que traería la victoria a los hijos de Israel, algo que les dio una vida mejor, y algo que ella necesitaba para ella y su familia. De la misma manera, nuestra vida puede reflejar el carácter de Dios, de su amor y la bondad y la santidad y la paz, que la gente que vive alrededor de nosotros pueden verlo en nosotros, ver nuestro gozo, y vernos haciendo su trabajo, para que ellos quieran unirse a nosotros y formar parte del Reino de Dios.

En quinto lugar, en todo el trabajo que hacemos para la iglesia local, no debemos olvidarnos de la primera tarea y más importante de la evangelización que tenemos, que es la salvación de nuestra propia familia. Los dos espías dijeron a Rajab: Quedaremos libres del juramento que te hemos hecho si, cuando conquistemos la tierra, no vemos este cordón rojo atado a la ventana por la que nos bajas. Además, tus padres, tus hermanos y el resto de tu familia deberán estar reunidos en tu casa. Debemos trabajar y orar todos los días, y hacer todo lo posible, para que nuestros parientes, que aún no han recibido a Jesús como su Salvador, lleguen a ser parte la gran familia de Dios. Esta es la tarea mayor, no sólo para las madres cristianas, a quienes damos el honor especial en este día, sino también de los padres, hermanos, hermanas, hijos e hijas.

Que el Señor esté con nosotros, y que trabajamos en el poder del Espiritu Santo de extender su Reino en nuestras familias, nuestra comunidad local, y nuestra nación.

sábado, 18 de abril de 2015

La fe va más allá de la creencia (predicado 26 septiembre 2010)

 (Isaias 35:3-6; Mateo 9:27-34)                

La celebración el fin de semana pasado del 18 de septiembre, y el bicentenario, fue un evento impresionante y hermoso. Doscientos años como nación independiente, y la mayoría de ellos como una democracia estable, es un gran logro. Durante su historia, Chile ha sido una nación predominantemente cristiana. Si bien han habido, y aún hay, muchos problemas y fracasos, la conducta y la cultura de los Chilenos ha sido muy influido por las enseñanzas y los valores cristianos. Me gusta mucho mirar el programa de Alfredo Cooper de televisión: "Hazte Cargo", donde él y sus invitados discutir y defender la tradición cristiana de Chile.

¡Qué triste y deprimente, por el contrario, creo que la condición espiritual y moral de mi país de origen: Gran Bretaña. Es la nación donde se originó la Iglesia anglicana, firmemente basada en principios bíblicos. Estos principios, entonces, fueron adoptados en el gobierno, y que sirvió de base para la legislación Gran Bretaña ha caído una gran distancia desde entonces. Cada año, ahora, más de 180.000 bebes son asesinados deliberadamente antes de que tengan oportunidad de nacer. Las autoridades están tratando de introducir leyes para permitir la eutanasia, es decir, para permitir el asesinato legalizado de las personas que son muy viejos, o enfermos. La moralidad pública y privada ha caído a niveles asombrosamente bajos. De hombres y mujeres que viven juntos, menos del 50% son casados. Casi el 50% de los bebés nacen a las parejas que no son casadas. Varios autoridades del gobierno han sido condenados por corrupción por el mal uso de los fondos públicos. Gran Bretaña es tan hostil a los cristianos, que las enfermeras y otros trabajadores han perdido sus empleos debido a que ofrecieron a orar por sus pacientes, o por llevar cruces cristianas alrededor del cuello, mientras estaba de servicio. Lo peor, es que los líderes cristianos en Gran Bretaña parece que hacen o dicen muy poco acerca de lo que esta pasando.

Espero que Chile no va por el mismo camino. Los cristianos en este país deben unirse para impedir esto. Creo que, si ustedes no lo hagan, va a llegar mucho más rápidamente de lo que creen es posible.

Yo oro al Señor por Gran Bretaña frecuentemente. Yo oro que habrá un gran avivamiento cristiano. Oro para que el evangelio sea predicado , y que a millones de personas aceptan a Jesús como su Salvador y Señor. Oro para que las morales cristianas y los principios cristianos, una vez más, se establecerá en todo el país. Sin embargo, Gran Bretaña presenta un gran desafío para mí en la oración. Cuando oro, me resulta difícil orar con fe, y creer para que lo que oro sucederá. Yo creo que Dios ya tiene el control, pero, de alguna manera, la tarea parece tan grande, la corrupción tan grande, que me resulta difícil esperar que las cosas vayan a cambiar.

En realidad, se trata de un problema fundamental que nosotros todos , como cristianos, enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Nuestra fe no parece lo suficientemente grande como para hacer frente a los problemas en nuestro ámbito personal, por no hablar de los problemas más grandes del mundo exterior.

El mismo desafio era enfrentado las personas que vivían en Judea y Samaria en la epoca en que el Señor Jesús estaba cumpliendo con su ministerio en la Tierra. Tenían sus propios problemas y dificultades, al igual que nosotros. Cada día se enfrentaron a sus pecados y fracasos personales, y los de sus familias y vecinos. Ellos luchaban para ganarse la vida, y ante el engaño y la explotación del mundo que les rodeaba. Desde hace muchos años que habían sufrido bajo una brutal ocupación romana. Además, su vida religiosa, que Dios intentaba ser una fuente de alegría para ellos, consistía principalmente en tratar de cumplir con una multitud de deberes y obras humanas, que fueron amontonados en ellas por sus líderes religiosos, que hicieron muy poco para ayudarles, y se mantuvieron en gran medida indiferente a las tribulaciones de las personas, cuando se suponían que eran sus pastores.

Los Judios en esa epoca, como lo son todavía hoy, eran personas que conocían las Escrituras. Habían oído hablar de la venida de un Mesías que habría de rescatarlos, y librarlos de los muchos tipos de opresión que sufrieron. Nos recordamos nuestra primera lectura de hoy, de Isaías, que sin duda aquellos Judios también habrían oído. Pero la abrumadora cantidad y magnitud de los problemas que enfrentaban deben de haber dado lugar a la misma crisis de fe que nosotros experimentamos hoy en día. Deben de haber orado a Dios para salvarlos, y poner fin al mal que les rodeaba, pero ¿podrian realmente tener fe en que iba a oír y responder a ellos?

Ese pasaje que acabo de hablar es una de las grandes profecías de Isaías de la venida del Mesías. Vemos que no sólo predice la salvación en su conjunto: Su Dios vendrá, vendrá con venganza; 
con retribución divina 
vendrá a salvarlos, donde se refiere a la renovación personal y nacional que ellos necesitaban, y tambien nosotros necesitamos, sino que también anuncia que en esta salvación se incluyen curaciones de enfermedades y el alivio de muchas otras causas de dolor y la opresión: Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el desierto, 
y torrentes en el sequedal. El Mesías, cuando venga, tendrá autoridad sobre todas estas cosas.

Nuestro Señor Jesús, por supuesto, es el Mesías que fue prometido a los Judios. Como hemos estado estudiando Mateo en las últimas semanas, hemos visto cómo se demostró claramente, para todos aquellos con los corazones y mentes abiertas, que El realmente tenía la autoridad para sanar a los enfermos y dar la vista a los ciegos. Aún así, sin embargo, hay la necesidad de tener fe para recibir los beneficios que trae Jesús. En el pasaje de Mateo que hemos escuchado hoy, cuando Jesús sana a los dos ciegos, les dice: Se hará con ustedes conforme a su fe. Entonces, ¿cómo superar el peso aplastante de nuestras dudas y temores y la incredulidad, y tener la fe verdadera en las promesas de Dios?

Bueno, el primer paso, por supuesto, es admitir las necesidades que tenemos en nuestras vidas, y reconocer que sólo Dios mismo puede cumplir. Sin embargo, aunque Dios ciertamente quiere que tengamos fe en él, también debemos entender claramente que es sólo por su gracia soberana, en primer lugar, que puede llevar la fe que se nace en nosotros. La fe en sí comienza con Dios, no con nosotros. Todo el proceso de nuestra vida como cristianos comienza con la gracia de Dios. Sin ella no habría Jesús, no hay salvación, no hay la liberación de los pecados, no hay ayuda para nosotros en tiempo de angustia, y no el Espíritu Santo en nuestras vidas. De hecho, no habría nada para exigir a la mota más pequeña de la fe.

Sin embargo, nuestro Dios es compasivo. Que si, El hizo un camino de salvación para nosotros, y tiene un plan para llevar una nueva vida para cada uno de nosotros. Él nos ha dado muchas evidencias de su gran amor por nosotros, y de su poder y su intención de cumplir con todas sus promesas para nosotros. Él nos ha dado plenas razones para tener fe en él, y para vivir nuestra vida por El. Como dice Pablo en Romanos 1:17 De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe. »

El segundo punto es reconocer que la cantidad inicial de fe que Dios exige de nosotros no es muy grande. Jesús en la parábola de Mateo 17:20, ustedes recuerdan, dijo que se necesita  la fe como una semilla de mostaza, que es una de las semillas más pequeñas que existen, para que se mueve una montaña. El acto de la fe comienza con un primer paso muy pequeño. En Mateo 9:27  que hemos escuchado hoy, dice: Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole: ¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David.

¿Ustedes entienden lo que los ciegos hicieron? En primer lugar, lo siguieron a Jesus, gritando por compasión. En segundo lugar, cuando él no les respondió de inmediato, que fueron a verlo cuando estaba en la casa. Todo esto demuestra que fueron poniendo su fe en él. No era mucho, pero era un comienzo. También demostraron la fe cuando ellos reconocieron su identidad. Los dos hombres ciegos lo llamaron "Hijo de David", que era un título mesiánico. De hecho, reconocieron que Jesús era el Mesías, aun antes de que Pedro el discípulo lo reconoció, en Mateo 16:16. Como hemos escuchado en la primera lectura de hoy, de Isaías, la venida del Mesías se esperaba también dar vista a los ciegos, que fue otro aspecto de la fe que fueron los dos poniendo en él. Bien, al igual que un largo viaje comienza con el primer paso, entonces una grande hazaña de la fe comienzan con el primer acto simple de la confianza o la confesión.

El tercer punto a darse cuenta de la fe es que Dios ya entiende lo débiles que somos, y qué difícil nos resulta a poner nuestra fe en él. Él tiene compasión de nosotros, incluso en nuestra debilidad. ¿Les acuerdan de el evangelio de Marcos capítulo 9, cuando se pidió a Jesús para sanar a un niño con un espíritu maligno? Después de ver el niño con una convulsión, tiene la siguiente conversación con el padre del muchacho: —¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? —le preguntó Jesús al padre. —Desde que era niño —contestó—. Muchas veces lo ha echado al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos. —¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible. —¡Sí creo! —exclamó de inmediato el padre del muchacho. ¡Ayúdame en mi poca fe! No debemos tener miedo de venir a Dios por nuestras necesidades, incluso si nuestra fe es muy débil. El quiere escucharnos y ayudarnos. Y es sólo mediante lo ejercer nuestra fe en que va a crecer. Se ha dicho que la fe es como un músculo en el cuerpo. Si hay un músculo de mi cuerpo que yo no uso, que el músculo se debilita, no es así? Sin embargo, cuanto más yo uso y ejercicio de ese músculo, más fuerte se vuelve. Pues bien, la fe es como un músculo. Cuando tenemos fe en Dios, y Dios responde a nuestras oraciones, y vemos cómo lo fiel El es, entonces nuestra fe se hará más fuerte para la próxima vez que lo usamos.

La próxima cosa a entender es que, en cierto sentido, el ejercicio de nuestra fe no es para hacer algo, pero aprender como no hacer algo. Dejame explicar. El famoso escritor cristiano CS Lewis dijo una vez que poner nuestra fe en Dios es como aprender a zambullirse en el agua en una piscina. Desde el momento en que aprendemos a caminar como niños pequeños, nos encontramos con que, si caemos, por lo general, hagamos a nosotros mismos daños. Por lo tanto, nuestro instinto natural es dejar caer a nosotros mismos a toda costa. Ahora, si yo fuera a zambullirse  en una piscina cuando no hay agua en ella, entonces, por supuesto, que voy de hacerme daño muy mal. Sin embargo, si hay agua en la piscina, que es un asunto diferente. Es posible zambullirse en una piscina llena de agua sin hacerme daño.

Si queremos zambullirnos en el agua, tenemos que aprender a renunciar a la seguridad de estar parado en las piernas, y que rendir a nosotros mismos a la fuerza de la gravedad, confiando en que, cuando entramos en el agua, no vamos de golpear la parte inferior y hacernos daño. Nosotros confiamos en el poder protector del agua.

A poner nuestra fe en Dios es similar a este. Tenemos que aprender a dejar de hacer todo por nosotros mismos, para tener el control completo sobre nuestras vidas, sin confiar en nadie más. Hay que rendir el control de nuestras vidas a Dios, confiando en que El va a protegernos, guiarnos, y proveer para nuestras necesidades. Por supuesto, cuando hacemos esto, existe la posibilidad de que algo podía salir mal, y que podamos verse perjudicados. Sin embargo, como cristianos a lo largo de la historia, y en todo el mundo, pueden testificar, lo asombroso es - ¡funciona! Si entregamos nuestras vidas a Dios, El siempre nos cuida, y no nos permite ser dañado. Él es siempre fiel a su palabra, y él siempre cumple con sus promesas. Al igual que el nadador que renuncia la seguridad de tierra firme, y confía en el agua para protegirlo, el cristiano que confía en Dios, encuentra que los brazos del Señor son siempre alrededor de él para que dejara de caer.

La fe, cierto, no es la misma cosa que la creencia. A veces las dos palabras se utilizan como si significaran lo mismo, pero no es verdad. Muchas personas dicen que creen en Dios, pero eso no significa mucho, por sí mismo. Santiago dice que incluso los demonios creen en Dios. No, la fe consiste en creer en Dios, además de reconocer nuestra completa dependencia de él, además de tomar la decisión de confiar en su palabra y actuarnos sobre sus promesas, incluso cuando hay algún riesgo para nosotros mismos.

Antes de que el Señor Jesús sana a alguien, el siempre requiere que esa persona tiene fe, o de que otras personas que actúen en su nombre tienen fe. La razón de esto es, si ponemos nuestra confianza en Dios y dependemos de El, y no tratamos de resolver el problema nosotros mismos, cuando la respuesta de oracion llega, o sucede el milagro,  entonces es el Señor quien se lleva toda la gloria. Jesús siempre quiere glorificar a su Padre. Por esta razón, incluso cuando los dos ciegos vinieron a él para ser sanado, e incluso lo llamó Hijo de David, que aún El les preguntó: Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó: —¿Creen que puedo sanarlos?. Jesús obligó a los dos hombres para aclarar que ellos no sólo necesitaban su ayuda, y reconocian su identidad como el Mesías, sino que también debian de reconocer su autoridad y capacidad de curar su ceguera que era,de otro modo, irreversible. Sólo cuando lo hicieron, y le pusieron su fe en él, El los sanó : —Sí, Señor —le respondieron. Entonces les tocó los ojos y les dijo: —Se hará con ustedes conforme a su fe. Y recobraron la vista.

Déjame preguntarle, ¿qué va a hacer después de escuchar la palabra de Dios hoy? En la lectura del evangelio que hemos escuchado hoy, tres cosas se describen los que sucedieron después de que Jesús hizo los milagros.
(1) Después de que Jesús sanó a los ciegos, les pidió no decirle a nadie sobre esto. No obstante, le desobedecieron, y les dijeron a muchas personas acerca de su curación.
(2) Después de que Jesús echó fuera el demonio de otro hombre, toda la gente se sorprendió y dijo: Jamás se ha visto nada igual en Israel.
(3) Los fariseos se negaron la evidencia simple de la obra soberana de Dios en medio de ellos, diciendo, con incredulidad, Éste expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios.

¿Cuál es su reacción hoy? Espero que usted haga tres cosas. En primer lugar, espero que tiene fe en Dios, y entrega a si mismo a él, y que usted cumple con su propósito para su vida. En segundo lugar, a diferencia de los fariseos, espero que no endurezca el corazón, pero que usted abre el corazón al ver el asombroso poder de Dios obrando en su vida, y que usted permite aumentar de la fe como resultado. En tercer lugar, espero que, después de ver el amor maravilloso de Dios por usted, y al entender su gracia, usted decide ser completamente obediente a él, por lo que El recibirá toda la gloria como resultado de la forma en que usted vive su vida.